- junio 24, 2019
- MORROPON
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Muchos morropanos recordamos
con cariño al Padre Eduardo Chapman Lavalle, como fundador del Colegio Santa
Rita, y también como una buena persona que entregó su vida al servicio de los más
necesitados, pero también es recordado con nostalgia por los hombres de esta
tierra de sol, de labriegos y de espigas. El Padre Eduardo llegó a Morropón en
octubre de 1964, cuando tenía 47 años de edad, cinco años antes de la Reforma
Agraria, para entonces ya conocía y era amigo de muchos agricultores y por
tanto conocía sus necesidades tanto como entendía la pobreza en la que muchas
familias vivían, por eso no dudó nunca en luchar junto a ellos por la
expropiación de las Haciendas Morropón y Franco. Comparto con ustedes esta publicación, que da
cuenta del valor y coraje que demostró el Padre Eduardo para convertirse en
benefactor y defensor de nuestro Morropón, antes recordemos un poco la
historia:
A
partir del año 1969, durante la dictadura de Juan Velasco Alvarado, el gobierno
peruano implementó una serie de medidas con el objetivo de transformar el
panorama social del país, a través de un cambio en el sistema de distribución
de la riqueza, particularmente del régimen económico y el de propiedad de la
tierra. Una de tales medidas fue la promulgación del Decreto Ley No. 17716 (Ley
de Reforma Agraria) con fecha 24 de
junio de 1969, el cual tenía el objetivo de transformar la estructura de
titularidad de tierras del país y sustituir los regímenes de latifundio y
minifundio por un sistema de redistribución equitativa de la propiedad rural. La
reforma agraria se llevó a cabo a través de expropiaciones de predios rústicos.
Dichos terrenos, cuyos propietarios eran tanto personas naturales como
jurídicas, pasaron en un primer momento a ser de dominio estatal, y luego
fueron distribuidos entre campesinos y pequeños agricultores organizados en
cooperativas y sociedades agrícolas. Las personas expropiadas obtuvieron el
derecho a ser indemnizadas según una tasación realizada por el Estado, y sobre
En
los años siguientes, alrededor de 11 millones de hectáreas fueron adjudicados a
cooperativas y comunidades campesinas. Dos tipos de cooperativas fueron
formados: las cooperativas agrarias de producción (CAP) y las sociedades agrícolas
de interés social (SAIS). Las CAP fueron formadas en las haciendas agrícolas de
la costa como propiedad colectiva de los trabajadores agrícolas. Las SAIS
fueron organizadas en las haciendas ganaderas de los Andes como combinación de
cooperativa de trabajo asalariado y comunidades campesinas tradicionales.
El distrito de Morropón, no
era ajeno a este suceso, pues existían las Haciendas Morropón y Franco de
propiedad de la Inmobiliaria Moscalá S.A. Un grupo de agricultores pidió la
expropiación de estas tierras, pero por esta acción, fueron denunciados algunos
de los solicitantes, sin embargo el R. P. Eduardo Chapman se solidarizó con
ellos, tal como lo detalla la siguiente nota, publicada en un diario de
circulación regional de aquellos años (entre 1968 o 1969)
CURITA
TOMA PARTIDO POR LOS MORROPANOS AUNQUE LO ENJUICIEN
“Quiero también ser enjuiciado, porque defiendo una causa social
justa”, dijo desde el púlpito el pasado domingo, el párroco de Morropón, R. P.
Eduardo Chapman de la Orden de San Agustín.
El religioso, en esa misma
oportunidad, y ante una congregación de católicos de todos los niveles sociales
de Morropón, dio lectura a una carta en la que, en forma clara, serena y
valiente, defendía la posición adoptada por las autoridades del lugar con
relación al pedido en actual estudio y discusión en las Cámaras del Congreso
Nacional, en el que solicita que las haciendas Morropón y Franco, de propiedad
de la Inmobiliaria Agrícola Moscalá .S.A. Sean íntegramente parceladas en
aplicación de la Ley de la Reforma Agraria.
El pronunciamiento tan
valiente y noble, causó revuelo en el distrito.
El comentario popular fue en
el sentido de que “su pastor no rehuía responsabilidades y `refría correr la
misma suerte que su grey”
“Quisimos aplaudirlo, pero
por respeto al templo no lo hicimos”, dijeron muchos.
EXPROPIACIÓN
La demanda de expropiación
de las haciendas Morropón y Franco data de mucho tiempo atrás.
En la actualidad está en
discusión en las Cámaras Legislativas.
El representante de la
Negociación Agrícola, según dijo el propio párroco indicó desde el púlpito de
la iglesia “ha enjuiciado ante los tribunales a varios de los firmantes de un
documento que suscribieron el pasado 9 de febrero” en el documento pedían la
“Expropiación y Parcelación total de Morropón y Franco”.
Ocho de los firmantes del
documento han sido enjuiciados, excluyéndose a otros, entre los que está el
párroco. Casi todos son autoridades. Se sabe que han sido ya cursadas las
citaciones de comparendo ante el Juzgado de Instrucción, por el delito de
difamación y exigiendo reparación civil.
REACCION
En Morropón, los moradores
han hecho causa común que su párroco. Se sabe que se han iniciado un movimiento
general para respaldarlo, y que se disponen a luchar con ahínco y sin desmayo,
hasta conseguir tierras de cultivo para quienes las necesitan y puedan atenderlas.
El Concejo de Morropón, en
sesión extraordinaria del sábado 26 de abril de 1969, declaró al Padre Eduardo
Chapman, “BENEFACTOR Y DEFENSOR DEL PUEBLO MORROPANO.
JOSE LUIS CARLIN RUIZ, 2019.
- junio 12, 2019
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Hablar de Tondero, es hablar de
Morropón, para nosotros ambos términos, son sinónimos, el tondero es como
nuestra alma, corre en la sangre desde nuestra procreación y si no se ha nacido
en esta tierra, pero vives buen tiempo acá, el tondero penetra tu piel hasta
sentirlo tan tuyo como un hijo más de Morropón.
El tondero, nació en Morropón,
aquí en estas tierras, aquí se alzaron y agitaron elegantemente los pañuelos,
el varón se sacó el sombrero ante la belleza de una dama, varón y mujer
zapatearon descalzos al suelo, aquí se forjó una joya llamada tondero.
Fue durante los años 1705 a 1708,
durante la época del hacendado, la convivencia de españoles, de indios, de
negros esclavos y la presencia de gente de nuestra serranía, dieron lugar a una
nueva cultura en esta zona del país. Los indios reducidos, los negros
esclavizados, no tuvieron más opción que la de aprender a vivir en sus nuevas
condiciones, y en este escenario de días de campo, de noches bajo la luna,
entre historias y recuerdos, los antes libres, dieron rienda suelta a sus
ritmos, a su arte, a sus sentimientos, reunidos en sus horas de descanso, a
escondidas del patrón tal vez, armaban su propia fiesta; entre anécdotas, entre
cumananas, entre versos, penas y alegrías, y haciendo uso de una lapa como único
instrumento con su clásico pom pom o tum tum nacía el tondero aquí en Morropón,
un baile de pareja, único en el cual el varón corteja constantemente a la mujer
y en cuyos pasos se veía la galantería del varón intentando conquistar a la
mujer y ella mostraba su coquetería, su garbo, sin dejarse "atrapar".
Años después el tondero era
bailado al son del arpa pero con la misma picardía y salero de sus primeros
días.
El escritor Carlos Espinoza León,
natural de Chulucanas, escribió un cuento, en 1985 llamado “Los Tutunderos”, negros traídos por un hacendado
hacia 1865, y a través del cual, le atribuye el origen del Tondero a las Lomas.
Espinoza León, al parecer, basa
su cuento en la afirmación de Manuel Acosta Ojeda, quien en su libro “Aportes
para un mapa cultural de la música popular del Perú” opina, respecto al nombre
TONDERO, que éste puede venir del Tu tun dé, sonido reproducido por el golpear
rítmico sobre toneles vacíos. Los mismos que habían sido construidos por orden
del gamonal ecuatoriano para cuando el rio Chipillico traía poca agua, poder
almacenarla y que cuando estos estaban vacíos los “tutunderos” los golpeaban rítmicamente.
En este caso, solo se está haciendo referencia a la onomatopeya del sonido tu tun dé,
tu tun dé.
Por tanto no puede atribuirse el
origen de nuestro baile a un distrito como las Lomas, sólo por lo que imagina
un relato.
Otro elemento importante para
descartar fehacientemente la teoría de que el tondero nació en las Lomas, es la
propia historia de este distrito cuyo territorio actual pertenecía a la
hacienda Suipirá. “En 1827 el dueño de esta hacienda era el español Vicente
María Fernández de Otero. Además este español era propietario de las haciendas
de Chipillico, Curban y Pelingará. En la hacienda Suipirá, Fernández de Otero
utilizaba el trabajo de los campesinos y de los negros esclavos. Años más
tarde, en 1867 el ecuatoriano José Ángel Palacio, dueño de esta hacienda, trajo
de Loja (Ecuador) varios esclavos con sus familias, de procedencia jamaiquina,
quienes construyeron sus vivienda en las faldas de las lomas, ubicadas en la
margen izquierda del río Chipillico, popularizándose así el nombre de “Negros
lomeños” o los que viven en “las lomas”. En la margen derecha de este río en
las terrenos de la hacienda Yuscay de propiedad de Francisco Burneo, vivían
campesinos procedentes de Chulucanas y Morropón”. (Si tenemos en cuenta las
fechas, es más probable y seguro que los morropanos llevaran el tondero a esos lugares)
El profesor Carlos Arrizabalaga
de la UDEP, en un artículo publicado en el 2012, nos recuerda que "López
Albújar cuenta al tondero entre los
ritmos que supone que se bailaban en la época
en que transcurre su novela “Matalaché”, ambientada en 1816, pues José
Manuel, en medio del desafío, “la emprendió con la música de la tierra, con los
tonderos morropanos, de fugas excitantes”.
También nos dice, y este dato es
clave, que la señora Pina Zúñiga de Riofrío, en su libro “Música y danza
folklóricas de Piura” escrito en 1984, asegura que el tondero habría sido
creado hacia el año 1708 en las haciendas de Morropón, a partir de los ritmos de
los “mangaches”. Sin embargo no habrían sido con los mangaches llegados desde
Madagascar, que nació el tondero, sino mucho tiempo atrás, ya que en la zona de
Morropón trabajaban ararás, congos, angolas y caravelíes, tal como se muestra
en el contrato de alquiler que hizo el capitán don Juan de Sojo al capitán Juan
de Palacios, en 1705, del trapiche de Morropón “con sus tierras, pastos y
abrevaderos”
El tondero nació entonces hace
más de tres siglos, teniendo en cuenta estos datos, puedo concluir que el tondero
nació 152 años antes de la creación del distrito de Morropón, y desde su
nacimiento hasta nuestros días han pasado más de 300 años, tan antiguo, propio
y morropano nuestro tondero.
En el poema “Los Pitingos”, López
Albújar dice: “a un tiempo punto / pónenle un tondero / de esos que son; / solo
Guaragua y meneo…". Con esto nos damos cuenta que cuando dice: “a un
tiempo punto…” se está refiriendo que al andar los pitingos que cruzaban el Río
corral del medio se detenían en nuestro pueblo, en algún chicherio o en la
plaza y era aquí donde se contagiaban de la alegría y se bailaban un tondero.
Con el pasar del tiempo, ya
siendo Morropón distrito, estoy hablando de 1857, hombres y mujeres que
regresaban de la faena agrícola, quedábanse en el “Socavón”, entre el aroma de
una refrescante chicha y con el “pom pom pom” de un cajón y el bordoneo de una
guitarra, bailábanse un tondero… (Es posible que el cajón y la guitarra hayan
tenido presencia desde 1850)
Recién en 1955, 98 años después
de que Morropón fue declarado como distrito la Señora Zelmy Rey, Profesora de
Danzas Folklóricas y trujillana de nacimiento, “llega a Piura directamente a la
Ciudad de Morropón”, en un inicio consideró que el Tondero era una Marinera
Norteña “mal bailada”; tiempo después de recoger información y de observar los
pasos, lanza sus primeras teorías entre ellas “definió coreográficamente al
tondero como un baile de pareja y contrapunto, erótico sin reglas de
interpretación…”.
Años más tarde el tondero
“llevado” de Morropón, era parte de la gama de bailes o danzas de las
academias, naciendo recién, estilos coreografiados como el Tondero de Piura, el
Tondero de Catacaos; etc.
En el libro "Historia del Tondero de Campos Albarrán, nos dice que por ejemplo la Academia Zelmy Rey "ha procurado mostrar al público un "Tondero Piurano", es decir un "tondero promedio" de este departamento. Para ello han recopilado pasos y figuras de Morropón, Catacaos y otras localidades".
En el libro "Historia del Tondero de Campos Albarrán, nos dice que por ejemplo la Academia Zelmy Rey "ha procurado mostrar al público un "Tondero Piurano", es decir un "tondero promedio" de este departamento. Para ello han recopilado pasos y figuras de Morropón, Catacaos y otras localidades".
Morropón es la Cuna del Tondero,
ya tenemos muy claro que el tondero nació en Morropón, hace más de tres siglos,
y nos preguntamos cómo llegó a expandirse por todo el norte, en una publicación
denominada "Historia del Tondero" de Campos Albarrán nos dice que el
tondero nace en nuestras tierras e “inicia su influencia por el lado de la
sierra Santo Domingo, Chalaco, llega a Buenos Aires, atraviesa fronteras de la
región para llegar a Morrope, Olmos, Monsefú y Zaña y por último hacia el norte
termina su influencia en la comunidad de Lucuto.
Posteriormente lo hace en la zona
del Bajo Piura comprendiendo Catacaos, Sechura, La Arena, la Unión, Comunidad
de Yapato, Narihualác y el mismo Piura. Luego también en la zona del
medio Piura”.
Recientemente en el año 2016, el
Gobierno Regional de Piura a través de la Ordenanza Regional N°
374-2016/GRP-CR, en su CONSIDERANDO, reconoce al año 1708, como fecha de
creación del Tondero en las haciendas de Morropón.
El tondero nació en la vieja
hacienda morropana, por tanto e indiscutiblemente su cuna es y será por
siempre, Morropón.
JOSE LUIS CARLIN RUIZ,
2019
- enero 03, 2019
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EL MUNICIPIO DE MORROPÓN Y SUS
LUCHAS POR LA AUTONOMÍA Y CIUDADANÍA POLÍTICA
En 13 de agosto de 1867 el
presidente de la Comisión de Demarcación Territorial del Congreso del Perú
remite una respuesta escrita a la solicitud presentada por el Síndico del
pueblo de Morropón. Entre los elementos que destacan en este informe se
encuentran los siguientes: Por Decreto Dictatorial de 18 de agosto de 1866 se
elevó a los pueblos de Morropón, Yapatera, Tambogrande, Suyo y Salitral de
«reducción» a la categoría de «pueblo». Se trata de un reconocimiento político administrativo
que hace el Estado de un tipo particular de agrupación humana organizado en un
microterritorio administrado por un grupo poblacional al interior de una
hacienda, asignándole la instancia de autogobierno y la obligación de elegir a
sus autoridades y mantener la subordinación a la autoridad y mandato del
prefecto provincial. El informe precisa que estos agrupamientos humanos son pueblos
que tienen las condiciones para «gozar de los derechos políticos señalados por
las leyes… que (tienen) una municipalidad, gobernador, jueces de paz, un cura
propio, un considerable número de casas y una población de cerca de cinco mil
habitantes».
En el documento se precisa que «la Dictadura
practicó un acto de verdadera justicia emancipando, por decirlo así, a esos
habitantes del pupilaje en que se encontraban respecto del propietario del
fundo» (Macera, 2000: 30-31).
Estamos frente a una reforma política
en la que el Estado expropia a la hacienda una parte de sus tierras con la
promesa de una indemnización previa tasación en los territorios del Alto Piura.
Esta ley precisa la elevación del rango administrativo de caserío a pueblo para
asegurar los derechos constitucionales favorables a un conjunto de familias de
colonos campesinos y propietarios rurales aglutinados desde finales del siglo
XVIII en un microespacio territorial centralizando sus viviendas y negocios
agrícolas alrededor de una capilla erigida por orden del obispo Martínez de
Compañón. En este proceso de estatización de un sector de la hacienda de
Morropón, interviene y realiza las mediciones un ingeniero designado por el
Estado y se registra la presencia y actuación del prefecto de Piura, don Ramón
Díaz.
El 12 de noviembre de 1866, se realiza el acto
festivo de entrega y posesión del terreno a la agencia municipal y a las
autoridades locales. Luego prosigue el trámite administrativo y judicial. Aquí
el Síndico Procurador de Morropón solicita mediante un escrito la tasación del
terreno y la actuación de un perito. Esta vez el hacendado se resiste, no
designó el suyo y por el contrario se negó a colaborar con lo ordenado por el
presidente Manuel I. Prado. Pero esto no impidió que en la tesorería
departamental las gestiones del pueblo de Morropón avancen; se realiza la
tasación y se deposita su valor.
Frente a estas iniciativas
apoyadas por los funcionarios de gobierno, el hacendado se resiste organizando
un pequeño batallón de hombres armados para la destrucción y quema de casas y a
empeñarse en desalojar a los colonos de sus chacras. Estas acciones buscan que
la población de colonos campesinos y propietarios rurales abandonen el sitio de
Moscalá y se asienten en otro lugar distinto. La resistencia campesina es
violenta. Al interior del pueblo se han reforzado los lazos sociales y la
identidad grupal alrededor de un templo católico. Las autoridades municipales
movilizan a sus vecinos para reconquistar un espacio agrario que les permita
reproducir sus bases materiales y acumular pequeñas fortunas ya que Morropón es
un sitio clave para articular los negocios de las casas comerciales nacionales
y extranjeras asentadas en la ciudad de Piura y articuladas a los pueblos
yungas y serranos de Frías, Santo Domingo y Chalaco (López, 2007: 42-71). En
efecto, aquí interviene don Federico Manrique, diputado por Piura, quien el 12
de julio de 1867 exigirá a las autoridades nacionales para que el Congreso efectivice
la ley de 18 de agosto de 1866 y se cumpla lo ordenado por la Suprema Resolución
del Congreso de Huancayo de 1839; se trata de dos recursos jurídicos favorables
al pueblo de Morropón. Medio año atrás, don Ramón Díaz, en su calidad de
prefecto de Piura, informa por un escrito de 12 de noviembre de 1866 que él
había cumplido con lo ordenado por la ley de 18 de agosto de 1866. Esta vez
precisa que el terreno asignado al pueblo mide 763.7 metros de latitud por longitud
y que sus límites fronterizos llegaban a la casa de Victoriana Giménez, con una
acequia, una loma y casas de Enrique Castro, Juan Manuel Carnero y el cerro de
Sondorillo.
Esta lucha por la tierra enfrenta
dos concepciones ideológicas sobre el proceso de construcción de la República.
En la región de Piura, don Manuel Mariano Ramírez, síndico del pueblo de San
Ignacio de Morropón solicita que el Estado los proteja y cancele la
indemnización al dueño de la hacienda. De otro lado, el propietario de la
hacienda, don Pedro Arrese, pugna por conservar la integridad de sus tierras
apoyado por abogados y una fuerza armada rural. En su desesperación por quebrar
la voluntad incólume de los habitantes del pueblo de Morropón practica una
simulada generosidad, ya que ofrece a cambio de las tierras de Moscalá otro
sitio llamado «Valdivia», un espacio calificado de pantanoso y epidémico para la
vida de las gentes del campo. La denuncia de Manuel M. Ramírez es radical y precisa
que los pueblos de Morropón, Chulucanas y Salitral «han gozado desde muy atrás
de los derechos políticos señalados por las leyes (tienen) su municipalidad,
gobernador, jueces de paz, cura… que (ejercen) sus funciones de autoridades allí
constituidas… No puede dejar de ser independiente un pueblo cuyas autoridades
necesitan libertad para funcionar y no proceder bajo la tutela del duro
coloniaje, sujetándose a los caprichos o conveniencia de un feudalismo
injustificable» (Macera, 2000: 33).
Frente a esta posición Arrese
renueva sus recursos legales y trata de imponer el miedo usando la violencia y
la fuerza física contra los vecinos que apuestan por el «pueblo»; llega incluso
a denunciar a los habitantes del pueblo de haberse amotinado contra el
hacendado y su arrendatario don Toribio Seminario acusándolos de «ladrones y
criminales». Este último personaje había sido autorizado para organizar y
movilizar a un grupo armado con gente del campo y de la ciudad de Piura.
La resistencia de los vecinos y
de las autoridades se acrecienta y crecen las denuncias contra los Arrese. Este
será acusado de asesinato por los familiares de Tomás Moreno quien murió
atacado a machetazos por Catalino González, mayordomo de la hacienda de
Morropón, el 20 de agosto de 1867. Otro mayordomo llamado Telémaco Pérez será
acusado de amedrentar y obligar a abandonar el pueblo a don Juan Manuel
Carnero, juez de Paz del distrito de Morropón. Este a su vez denunció que había
sido despojado de su «inverna» (valorizado en 8 mil pesos) y de su casa (más o
menos 2,000 pesos). No debemos confundir el distrito con el pueblo y la
hacienda de Morropón.
Estamos pues frente a un poblado
rural que concentra y centraliza a cientos de campesinos colonos y propietarios
rurales en un microespacio urbano, que ahora se ocupan de la explotación de sus
pequeñas y medianas propiedades y terrenos del distrito y poblado rural de
Morropón, antiguamente llamado Moscalá (también Moscalaque). Es un núcleo
urbano que asocia a trabajadores colonos, yanaconas y pequeños y medianos
propietarios rurales y comerciantes. No se trata solo de campesinos asalariados
y arrendatarios de la gran propiedad de Morropón, Buenos Aires, Franco y
Pabur.10 El ámbito territorial del distrito comprende la hacienda de Morropón,
Payba y Franco. Al interior de cada una de estas propiedades se asientan, en
lugares dispersos, las familias de colonos y asalariados rurales. El distrito
tiene una población total de 4,024 habitantes. La hacienda concentra una población
aproximada de 2,600 habitantes. Los trabajadores y sus familias están «diseminados
dentro de un espacio de 12 leguas. Dichos colonos están bien separados unos de
otros, haciendo seis ranchos, donde tienen las chacras o su ganado» (Macera,
2000: 37).
En opinión del hacendado Arrese,
estos «jamás llegarán a formar un caserío de 100 personas porque no es posible
que, por reunirse, abandonen el cuidado de sus intereses». Solo existen siete u
ocho grupos de chacras en las haciendas y distantes entre sí de una a cuatro
leguas. Al interior de esta geografía residen los colonos. Y para Pedro Arrese
«el más considerable caserío es el de Buenos Aires que dispone de un buen
temperamento y buenas tierras. Es el mejor de Morropón», ya que tiene agua y es
un espacio agroganadero que se ubica a orillas del río Piura.
Don Pedro Arrese y Toribio
Seminario insistirán en su proyecto de que este centro poblado de Morropón se
reasiente finalmente al interior del distrito de Buenos Aires y no en
Moscalá.12 Pero esta posición no será apoyada por el prefecto don Ramón Díaz
quien se empeña en legalizar y legitimar a Morropón para afirmarse en el sitio
de Moscalá, un microespacio territorial cercado por varios cerros pero con agua
suministrada por una acequia variable.
Arrese desesperado acudirá
entonces a otros expedientes registrados en la Corte Superior de La Libertad;
esta vez se trata de un juicio seguido contra el prefecto de Piura y de una
sentencia que le reconocía haber sido despojado de una parte de sus haciendas y
en la que vivían y se asentaban numerosos trabajadores colonos de la sierra y
yunga costeña. Luego optará por quejarse al Congreso y a la Comisión de
Demarcación Territorial. No quería aceptar que una Resolución Suprema del 2 de
enero de 1857 refrendado por don Ramón Castilla había creado el distrito de
Morropón y quebrado el poder feudal sobre estos territorios «bisagra» con los
pueblos de Frías, Santo Domingo y Chalaco. Los principios y valores políticos y
morales proclamados en 1821 empezaban a introducirse radicalmente al interior de
estos territorios en las que sobrevivían una diversidad de poblados andinos y
yungas derrotados temporalmente por el poder oligárquico regional asentado en
la ciudad de San Miguel de Piura.
Extraído de República, pueblos y municipios
en Piura, siglo XIX
César Espinoza Claudio
Universidad Nacional Mayor de San Marcos
- enero 03, 2019
- MORROPON
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Morropón es un pueblo que empieza
a figurar en la vida pública de Piura gracias a la actividad misionera
religiosa de Martínez Compañón en 1783. En efecto, este obispo recorrió los valles de La Chira y el
Piura en 1784 y realizó una segunda «reducción» de los habitantes dispersos en
desiertos y médanos, en haciendas y estancias, en su propósito de profundizar
la evangelización cristiana y garantizar un nuevo orden social rural y
regional. Administrativamente organiza un nuevo esquema de organización
religiosa y busca centralizar a la población alrededor de las capillas, una serie
de edificios que serán levantados por los campesinos colonos al interior de las
grandes propiedades previa coordinación y donación de pedazos de tierras
(ofrecimientos orales y sin documentos escritos) en los dos valles encionados.
En efecto, estas nuevas agrupaciones de habitantes bautizados y cristianos
figuran como una novedad en el mapa de Piura del último tercio del siglo XVIII;
aquí están registradas las poblaciones de La Punta y Querecotillo, Tambogrande,
Yapatera, Chulucanas y Morropón. Se trata de un conjunto de pueblos rurales
comunicados por caminos y tambos, en su mayoría compuestos por familias
multiétnicas asentadas al interior de las haciendas y otro sector poblacional
migrante temporal proveniente de los espacios yungas (Colán, Sechura y
Catacaos) y serranos (Chalaco y Frías) para garantizar los ciclos agroganaderos
anuales (Huertas, 1996). Esta temporal división territorial organizado por
Martínez Compañón se consolidará con la visita y la venta de tierras realengas
realizados por los funcionarios del gobierno de Abascal en 1812, el proceso de
elecciones para la designación de los diputados nacionales y de las autoridades
municipales, y también por la participación política y militar de los
habitantes de estos pueblos contra el ejército y los hacendados españoles entre
1810 y 1825.
Durante el proceso histórico de
construcción de la República los colonos y habitantes de estos pueblos rurales
alcanzan una nueva victoria política con la RS del 2 de enero de 1857 por la
que Ramón Castilla sanciona la creación del distrito de Morropón y la instalación
de su gobierno municipal y articulación al gobierno de Piura y a la nación del
Perú.
A comienzos de 1867, Morropón es
un pueblo que tiene más de 150 casas, ocupa un espacio geográfico saludable y
está ubicado en un punto de «confluencias de varios caminos de tráfico». El
lugar de Valdivia, propuesto por el hacendado Pedro Arrese para su traslado, es
un sitio que en invierno se convierte en un pantano miasmático. En un informe
de Ramón Díaz, prefecto de Piura, se precisa que este pueblo está luchando para
gozar de sus legítimos derechos, y que en sus fronteras territoriales se
encuentra asentado una población de colonos y arrendatarios que busca la
prosperidad mercantil como así lo han logrado los pueblos de Sullana y
Querecotillo desde 1839.
Extraído de República, pueblos y municipios
en Piura, siglo XIX
César Espinoza Claudio
Universidad Nacional Mayor de San Marcos
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